Gala 178º aniversario (★★★✩✩)
Intérpretes: M. Rebeka, soprano; C. Margaine, mezzo; M. Muehle, tenor; L. Tezier, barítono; O. S. Liceu
Dir. Mus: G. Finzi
Liceu. 06-06-25.
Orquesta atronadora, voces grandes a pesar del volumen orquestal, programa diverso y una batuta que no encontró el equilibrio. Así fue otra entrega de una Gala 178º aniversario, mejor sería llamarla “Gala: Liceu de les veus”, donde el público disfrutó a pesar de todo.
Se agradeció un programa menos manido, con una primera parte de ópera francesa y la obertura de una ópera Le Cid, de Massenet, que según las propias fuentes del Liceu, sus anales online, nunca se ha escenificado en el teatro.
Con todo, uno de los problemas que se repiten en este tipo de galas, es la descompensación del volumen orquestal con las voces solistas. Orquesta en escenario y voces delante, hacen falta en-sayos y una búsqueda del equilibrio que no existió.
El maestro Giuseppe Finzi no consiguió controlar un sonido sinfónico que en más de una vez tapó las voces, y fueron cuatro grandes voces.
La letona Marina Rebeka, actual top soprano del panorama mundial, enamoró por su elegancia y el atractivo de un instrumento redondo, de acerados agudos y centro boreal, a pesar de la frialdad expresiva propia de muchas cantantes bálticas. Poderosa como Doña Jimena, sofisticada en Thaïs, donde clavó los dos Re sobreagudos con una facilidad pasmosa y magnífica en la difícil Mercè, dilette amiche de I vespri siciliani, una ópera verdiana que no se ve en el Liceu desde la temporada 74/75.
La mezzo francesa Clementine Margaine, de timbre característico, voz poderosa y temperamental, fue una Dalila más enigmática que sensual, una Carmen mórbida, Azucena de graves telúricos y una Amneris poco aristocrática pero de gran efectismo.
El tenor brasileño-germano Martin Muehle mostró su generosa facilidad en la tesitura aguda, expansiva y dominadora, con su timbre de vibrato fijo y de fraseo poco imaginativo. Con todo, es una voz impactante que explotó como Le Cid, Don José, de afectación canora a la antigua, y fue un Andrea Chénier y un Radamés de acentos rasgados a falta de mayor finura expresiva.
El más completo a todos los niveles fue el gran barítono francés Ludovic Tézier. Con un fraseo generoso, rico en matices y colores, fue un vehemente Athanaël en Thaïs, un Carlo Gérard de morbidos agudos y centro hercúleo además de un Conte di Luna que mostró la plenitud de un canto verdiano modélico al lado de la doliente Leonora de Rebeka.
Dos bises, la inefable Barcarolle de Les contes d’Hoffmann con Rebeka y Margaine, y un explosivo dúo de Otello con Muehle y Tézier, cerró con efusividad una fiesta lírica que deleitó al respetable a pesar de los decibelios.