Luis Enrique es ya el segundo español más querido en París después de Rafa Nadal, el rey de Roland Garros. Los elogios al entrenador asturiano han sido incesantes desde la aplastante victoria del PSG sobre el Inter de Milán. París levita de satisfacción por haberse roto el maleficio que parecía impedirle una plaza en el olimpo del fútbol europeo. Y Qatar, el paciente dueño del club, saborea el éxito que por fin, después de 14 años, premia la gigantesca inversión realizada y colma la ambición geopolítica detrás de ella.
Para el gran diario local, Le Parisien , Luis Enrique “ha metamorfoseado el PSG en dos temporadas” y “su enfoque táctico innovador y su gestión de los jugadores han transformado un equipo de estrellas en un colectivo unido”. L’Équipe comparte el análisis general de que la victoria ha llegado por haber superado la dependencia excesiva a las superestrellas, otro mérito del técnico español. “Estos alquimistas han convertido en oro la herencia de todos los gigantes que han pasado por París y se han marchado”, escribió el rotativo deportivo en su editorial, y mencionó la larga lista de cracks como Ibrahimovic, Cavani, Neymar, Messi o Mbappé. “Abrieron el camino sin jamás alcanzar la cima –continuó el diario–. El equipo de Luis Enrique lo ha hecho”.
El equipo es aclamado en el desfile por los Campos Elíseos antes de ser recibido por el presidente Macron
Algunos piensan que lo sucedido en Munich puede ser el comienzo de una era de dominio del equipo parisino en Europa, dada la juventud de muchos de sus jugadores y la potencia financiera de los propietarios. Ebrios de entusiasmo, los comentaristas ven inevitable también que Dembélé reciba el Balón de Oro en septiembre. Y a todo eso se añade la referencia al destino amargo de Mbappé, que optó por marcharse para asegurarse el título con el Real Madrid y se ha quedado sin nada.
Obtener la orejona es también un desagravio para Nasser al Jelaifi, el presidente del club, muy próximo al emir, que lo ha mantenido en el puesto todos estos años pese a las sucesivas decepciones. Al Jelaifi recibe un espaldarazo a sus planes de construir un nuevo estadio, un proyecto que lo ha enfrentado a la alcaldesa socialista, Anne Hidalgo, contraria a venderle el Parque de los Príncipes, que es propiedad municipal. Para Qatar, un país muy rico pero diminuto y frágil, durante años manchado por su vínculo con los Hermanos Musulmanes y con Hamás, el proyecto del PSG, igual que la organización del Mundial, fue siempre una manera de blanquear su imagen. Pero además se ha tratado a la postre de un buen negocio si se tiene en cuenta que pagó 70 millones de euros para adquirirlo en el 2011 y su valor actual podría rondar los 500 millones.
Los ganadores de la Champions aterrizaron en el aeropuerto Charles de Gaulle poco después de las 4 de la tarde. Viajaban en un avión especial de Qatar Airways pintado con motivos del título conquistado. Luego realizaron un recorrido en dos autobuses descubiertos, acompañados de una impresionante escolta policial. La policía estableció un aforo limitado a 110.000 personas en la acera sur de los Campos Elíseos.
Macron, que es un fan declarado del Olympique de Marsella, el único club francés que había conquistado antes la Champions, en 1993, les ofreció una recepción en el Elíseo antes de que la fiesta continuara en el Parque de los Príncipes. Fue una velada reservada a los abonados, que pudieron celebrar a su equipo en su santuario, observar la anhelada copa y disfrutar de un concierto. La Champions ya no es para ellos una obsesión o un sueño escurridizo, sino una realidad en sus vitrinas y una parte de su patrimonio, para siempre.