Es muy importante ser agradecido, en esta vida. Por lo tanto, empezaré dando las gracias a Marc-André Ter Stegen. Con él en la portería, el Barça saboreó la gloria en Berlín en la que es, hasta ahora, la última Champions blaugrana. Ha defendido la portería con solidez y determinación en innumerables partidos, algunos más trascendentes que otros. También en imborrables e indignas derrotas. Ha dado la cara siempre y ha aportado seriedad, trabajo y rigor en un vestuario del cual se ha acabado convirtiendo en capitán. Se ha hecho suyos al Barça, Barcelona y Catalunya, donde se siente como casa y donde ha hecho algunas de sus inversiones en negocios al margen del fútbol. Por todo eso, gracias.

Marc-André Ter Stegen con su selección
El Barça ha podido presumir de tener como mínimo uno de los tres mejores porteros del mundo. Infranqueable, incuestionable, insustituible. Pero justo en los primeros compases de la temporada, a finales de septiembre, Ter Stegen se lesiona de gravedad y se avista el drama. Con un entrenador nuevo, una plantilla poco retocada, cuatro chavales de la Masia y un Madrid lujosamente reforzado, la pérdida del seguro Ter Stegen bajo palos hacía temer lo peor.
Paradójicamente, sin embargo, y como si se tratara de una especie de catarsis, la lesión del alemán se ha acabado volviendo reveladora y ha hecho emerger una realidad intencionadamente escondida. No había nada, más allá de Ter Stegen. Un plan B poco consistente, hecho a medida para no interferir en la voluntad del alemán, que lleva años confundiendo su ambición personal con la tiranía de imponer un proyecto en la portería del Barça corto de miras, que empieza y acaba en él. Con la connivencia del club, claro está. El plan era él y solo él. Nada de competencia, nada de repartir minutos ni competiciones, nadie que le pudiera dar sombra.
Y el club se lo ha permitido con el riesgo de que pasara lo que ha acabado pasando. Todos a correr a buscar a un portero con experiencia y rodaje para afrontar una temporada que ha acabado saliendo prácticamente redonda. Y este éxito sin él, tampoco ha sido de fácil digestión para Ter Stegen, que se apresuró a decir a los medios que estaba a punto para reaparecer en el tramo más decisivo de la temporada.
El plan era él y solo él. Nada de competencia, nada de repartir minutos ni competiciones
Y todavía hay quien señala al club acusándolo de airear ahora todas las miserias del capitán. Nada más lejos de la realidad. La oportunidad de mercado de fichar a Joan Garcia no ha hecho malo a un buen portero como Ter Stegen. Pero sí ha puesto en evidencia un comportamiento egoísta del alemán –que es egoísta como lo son la mayoría de los deportistas de élite– que ha sido perjudicial para el crecimiento del Barça.
Y ante esta situación, el club tiene todo el derecho del mundo de decir “hasta aquí” y proponer un nuevo rol a Ter Stegen. O abrirle la puerta de salida, si no asume que su manera de entender la gestión de la portería perjudica al Barça.