Trump eterno

Un hombre mayor envuelto en una bata de boatiné, sentado en la cama y devorando pringosas hamburguesas mientras sigue tres pantallas de televisión al tiempo y tuitea frenéticamente. Este paisaje, quizás apócrifo, ilustraría una tarde noche cualquiera de Donald Trump en la Casa Blanca, según han filtrado algunos de sus antiguos colaboradores. El esperpéntico cuadro se completa con órdenes contradictorias, ataques de ira y promesas de venganzas contra enemigos imaginarios o reales que no se arrodillan ante sus delirios.

Demonstrators line Firestone Boulevard during a protest against federal immigration sweeps, near the Embassy Suites by Hilton Los Angeles, where ICE agents have been staying, in Downey, California, U.S., June 11, 2025. REUTERS/Bing Guan

Manifestantes contra las redadas de inmigrantes en Los Ángeles 

Bing Guan/Reuters

El regreso de Trump ha supuesto la destrucción del viejo orden global, la utilización del poder presidencial para enriquecerse y el regreso al unilateralismo de los años cuarenta. Pero, sobre todo, implica la quiebra de la democracia y su manipulación para consolidar una autocracia donde los derechos y las libertades queden ahogados en nombre de la lealtad al líder. Para que el plan tenga éxito, los manuales de resistencia exigen señalar un enemigo que batir.

La insurrección, la ocupación o la invasión de foráneos solo existe en la imaginación presidencial

Las batallas contra los inmigrantes en las calles de Los Ángeles y otras ciudades norteamericanas han ratificado lo que se sospechaba. La insurrección, la ocupación o la invasión de foráneos solo existe en la imaginación presidencial, pero es un argumento poderoso para cohesionar sus filas y amplificar su mensaje de odio. Los asaltos de la policía migratoria a juzgados, fábricas, escuelas o casas particulares para detener a personas en supuesta situación ilegal han encendido la chispa que buscaba Trump para iniciar su desproporcionada cacería. 

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Pero ni los inmigrantes ni la delirante sustitución de la mayoría blanca en Estados Unidos son la razón final de su plan. En realidad, son la excusa para crear una democracia ficticia en la que formalmente se convocan elecciones y los ciudadanos eligen a sus representantes, pero donde la alternancia siempre juega en desventaja. Para ello hay que demonizar la oposición, caso del gobernador de California y presidenciable demócrata, Gavin Newsom, y prefabricar un relato que justifique la adopción de medidas extremas que permitan forzar los límites constitucionales.

El asalto al Congreso fue un primer ejemplo de cómo las gasta Trump cuando se trata de retener el poder. Aunque falta mucho para las elecciones del 2028, ya ha dejado entrever que su objetivo podría ser mantenerse en el cargo si un estado de emergencia y la seguridad nacional lo requirieran. Claro que antes debería encontrar el resquicio que permita disfrazar de legalidad el aplazamiento electoral. Pues eso.

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